En cualquier ciudad a partir de un tamaño mediano, y no digamos ya en las grandes capitales, el tráfico es siempre uno de los grandes problemas que siempre están pendientes de solucionar. El parque móvil de las ciudades no deja de crecer y los embotellamientos están a la orden del día, especialmente en las llamadas horas punta. ¿Cómo solucionarlo? Es complicado reducir el número de coches que ya hay en una ciudad, así que los esfuerzos de los ayuntamientos se centran en fomentar el transporte público, con la construcción de líneas de metro, tranvía o autobuses urbanos, además de fomentar los carriles bici. No obstante, desde el MIT proponen otra solución complementaria que, de ser acertada, podría acabar con el estrés de más de un conductor en los atascos.
Carolina Osorio, investigadora del prestigioso instituto de tecnología, se encuentra actualmente trabajando en un algoritmo para mejorar la efectividad de los semáforos, mediante un software que analice en tiempo real el estado del tráfico, para saber cuándo cambiar el color de rojo a verde, y durante cuánto tiempo mantenerlo. Sin embargo, aunque en un principio pudiera parecer una operación sencilla, no lo es tanto en la realidad.
Nuestro cerebro es capaz de tomar conscientemente decisiones sobre un cambio de ruta si observa que la ruta por la que vamos está llena de coches y calculamos que no nos va a dar tiempo a llegar a nuestro destino. No obstante, calcular esto mediante un algoritmo no resulta precisamente fácil. Por ello el sistema ideado por Osorio utiliza los dos sistemas que se actualizan actualmente para regular los semáforos y el tráfico en las ciudades. Por una parte coge modelos de flujo de tráfico generados en una ciudad, y ejecuta sobre ellos distintas simulaciones de circulación de vehículos, a partir de los conductores registrados por los sistemas que ya existen en algunas ciudades. Al combinar ambos elementos se genera la información precisa para controlar los semáforos con la exactitud necesaria.
Según su creadora, la aplicación de este algoritmo supone reducir de media nuestro tiempo de viaje en un 22%, lo cual no está nada mal, teniendo en cuenta la duración de algunos desplazamientos urbanos a base de parones y atascos.